Hace cuatro años estaba donde estoy ahora; físicamente. La cabeza se quedó allí. Me levantaba todos los días sobre las cinco y media de la mañana y no paraba de hacer cosas. Y no tenía el tiempo necesario para hacer todo lo que quería hacer; necesitaba más horas. Pero, sí tenía las ganas de hacerlas, y eso me bastaba; ya las haría al día siguiente, o al siguiente. Echo de menos estar en paz. Echo de más estar de menos. He perdido la perspectiva que, encima, conozco.
Volveré a caminar. No hay nada mejor en el mundo que levantarse de noche y ver amanecer mientras caminas. Nada.
No juzgar y ser agradecido, también.
Imágenes (por decir algo) y música: Ramón Díez.
Gracias.