Harto salió a la calle con una bolsa de plástico. Recogió durante una hora todas las colillas del suelo que aún tenían algo de tabaco. Robó un librillo de papel de liar en un quiosco. Y se sentó en el banco de un parque durante una hora. Caminó por las calles de la ciudad con la mirada constante entre el bordillo de las aceras y los coches aparcados. Encontró algunas monedas. Durante una hora levantó la vista y siguió caminando. Entró en un bar. Pidió un vino. Pidió que le dejaran cargar el móvil. Dio las gracias y esperó. Fue al baño y robó dos rollos de papel higiénico. Regresó a la barra, se terminó el vino, recogió el móvil y esperó, ese momento. Cogió un bocadillo del cubre tapas y se fue. Bebió agua de una fuente. Regresó a casa. Dividió el bocadillo en dos partes y se comió una. La otra la dejó encima de la mesa. Fumó algún cigarrillo. Y se tumbó en la cama, de costado, en el lugar del costado de Harta, contra la pared. Se durmió. Por la mañana no había nadie. Sólo la mitad del bocadillo encima de la mesa.

 

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